REUNIÓN EXALUMNOS 16 de octubre 21
En este sábado, 16 de octubre en que nos reunimos para compartir los sagrados alimentos con nuestro viejo grupo de amigos, compañeros desde 1960 en el amado Colegio México, tenemos el gusto de estar acompañados por dos grandes profesores: ADOLFO, el director del Colegio México a partir del año pasado, 2020, y EDUARDO, que durante 10 años ocupó este mismo cargo.
Dentro del ambiente de la fiesta y el reencuentro, quiero destacar brevemente un par de ideas, la primera es reconocer el verdadero origen, de nuestro queridísimo plantel: y para ello me remonto al año en que la desigualdad hizo explotar la revolución francesa, ese mismo año nació un niño, en un pueblito llamado Le Rosey, en la campiña francesa, ese niño llamado Marcelino José Benito, nunca quiso estudiar, porque vio la crueldad con que el que iba a se su maestro trataba a uno de sus compañeros, creció con ese trauma, y se dedicó al pastoreo y a aprender diversos oficios… hasta que un viejo cura pasó por el pueblo invitándolo a ser también un cura…
Marcelino se preparó durante todo el año, especialmente juntando el dinero necesario para poder entrar al seminario sin pedir apoyo financiero en su casa, y cuando logró entrar, se dio cuenta que por su edad era bastante más grande que sus compañeros que lo aventajaban en lectura escritura y aritmética… así que trató de aprender lo esencial y ponerse al día estudiando por la noche…
Pasaron los años y terminó los estudios para ser sacerdote, y junto con otro pequeño grupo de compañeros seminaristas se comprometió a formar una sociedad de curas que tuvieran como meta, difundir la devoción a María… cada uno de esos animosos jóvenes, nuevos sacerdotes tenían grandes planes para esa sociedad… pero Marcelino pensaba en un grupo de jóvenes que supieran enseñar a los niños tanto las cosas elementales de la religión como las cosas más esenciales de la gramática y aritmética sin que tuvieran que sufrir todo lo que él padeció para aprender siendo ya un joven… todos los compañeros seminaristas al terminar su formación fueron enviados a distintas parroquias.
A Marcelino le tocó llegar a La Vallá, y comenzó a trabajar muy duro, un día lo llamaron para que atendiera a un joven de 17 años que estaba a punto de morir, se dio cuanta que aquel chamaco, (apellidado Montaigne) no sabia absolutamente nada de Dios, ni del amor, su familia lo había rechazado y no tenía a nadie ni ninguna cosa que le diera ánimos para vivir, él trató a su manera de auxiliarlo hasta que el joven murió, pero esta triste experiencia le provocó a Marcelino para empezar de inmediato con su proyecto.
Rentó una casa vieja, y con dos jovencitos, empezó a trabajar. Diariamente les daba lecciones de gramática, de matemáticas y de religión… los ponía a rezar con él y para mantenerse, les enseñó a fabricar clavos, en cuanto pudo los envió a otro pueblito (Marhles) para que empezaran a enseñar a los niños más pobres y necesitados
… pronto se les unieron otros jóvenes que también rápidamente se convirtieron en maestros… Marcelino murió muy joven, a los 50 años, pero sumando los alumnos de esas pequeñas escuelitas, tenían casi más de 6000 alumnos en algo más de 80 escuelas…
Aquel grupo de profesores rurales, obtuvo el reconocimiento ante las autoridades de educación en Francia, y ante las autoridades religiosas en Roma y se constituyó como una congregación o familia religiosa, siempre bajo las líneas de acción de Marcelino… los colegios siempre se fundaron en comunidades pequeñas y pocas veces en las grandes ciudades que en aquel entonces estaban ya atendidas por los hermanos de la Salle… Los padres maristas, es decir aquellos compañeros del seminario que con Marcelino formaron una sociedad para propagar el amor y el culto de María, fueron reconocidos mucho después por las autoridades religiosas, motivo por el cual los Hermanos Maristas de las escuelas, no quedaron bajo la dirección de los padres maristas, como lo había deseado Marcelino…
Todo esto ocurrió durante el siglo XIX, es decir entre 1800 y 1900. En México en los años 1900 el señor Porfirio Díaz ya se había sentado en la silla presidencial, sin intención de abandonarla… La desigualdad social abría una brecha que culminaría en la Revolución… en ese contexto algunas de las familias con recursos económicos, y deseos de ayudar a las comunidades más necesitadas, habiendo conocido la labor de los maristas en Europa, estuvieron enviando cartas para solicitar hermanos que pudieran venir a México, unas peticiones iban dirigidas a los hermanos franceses y otras a los españoles… Un año antes de que se terminara el siglo, llegó a México el primer grupo de Maristas por el lado de Yucatán, la mayoría murió porque las condiciones de pobreza de la comunidad no pudo hacer frente a las enfermedades… pero llegaron los refuerzos, y por otra parte llegó otro grupo llegó por el lado de Jalisco, hermanos que se fueron a instalar en Guadalajara… en menos de dos años ya se contaba con una decena de escuelas rurales, tal como las que soñaba Marcelino, en pueblos o ciudades pequeñas… y como pan caliente se empezaron a difundir, desde Mérida y Guadalajara.
A la ciudad de México , y a iniciativa del señor Obispo llegó un grupo de hermanos, que empezaron por trabajar con jóvenes para enseñar estudios de contabilidad y administración en una escuela que se llamó de San Luis Gonzaga, ubicada junto a la antigua facultad e Medicina enfrente a la plaza de Santo Domingo, en el centro de la ciudad…
Era muy difícil para los hermanos recién llegados de Europa poder asumir las clases de primaria, cuando no conocían ni siquiera nuestra lengua, por eso empezaron por un nivel de enseñanza más adelantado, sin embargo con el paso de los años empezaron a tomar alumnos mas pequeños y llegaron a tener los cursos de la enseñanza elemental , los cursos de contabilidad era considerado como secundaria, pero en realidad era una especie de bachillerato…
La educación en el país tampoco estaba tan reglamentada ni organizada como en la actualidad, hablamos de la década de 1900 1910; en las poblaciones pequeñas en cada parroquia se mantenía una pequeña escuela, y los maestros viajaban de pueblo en pueblo para atender a los alumnos una o dos veces por semana… en las ciudades más grandes sí existían escuelas, y la educación suprior e incluso universitaria, sólo en la capital del país.
La mayoría de las escuelas que se mantenían de las aportaciones de los padres de familia y el clero, el gobierno federal y los ayuntamientos sostenían a un mínimo de escuelas, la gente con recursos, enviaban a sus hijos a estudiar al extranjero. En ese ambiente llegaron los primeros hermanitos a México, y por supuesto, tuvieron un éxito extraordinario, muy al estilo de las primeras escuelas fundadas por Marcelino… el 21 de Agosto de 1899 se fundó en Guadalajara el colegio de la Inmaculada Concepción, conocido como el Colegio de Sans Ignacio, localizado en la calle del Alcalde número 2; y en octubre en Mérida, el colegio San Rafael
Mientras tanto, en la Ciudad de México en1901 se abrió el colegio de San Luis Gonzaga,… en las calles de Balvanera,(hoy calle de Uruguay) y en 1902 pasó a la calle de la Perpetua 4, (hoy en las calles de Venezuela), en 1912 se iniciaron las clases del nivel preparatorio a la universidad, con el nombre de Colegio Francés… en 1908 se abrió un colegio con servicio de internado en el rumbo de San Joaquín, mismo que se cambió a Popotla pero quedó inservible en el temblor de 1911 y se mudó en 1914 a las calles de Puente de Alvarado. En 1918 se inaugura un nuevo plantel en la calle de Morelos esquina con Enrico Martínez, que se conoció como el Francés Morelos.
Con la salida de Díaz, la campaña de Madero y la toma del poder por parte del usurpador Huerta, es decir con el estallido de la Revolución, la mayoría de las instituciones educativas tuvieron que cerrar sus puertas, los ejércitos revolucionarios tomaban los templos escuelas y hospitales y aprovechaban todos espacios parroquiales para albergar las tropas… muchos jefes políticos y militares empezaron a tratar las escuelas como parte de las propiedades de los hacendados y tomaron las propiedades de la Iglesia haciendo valer las antiguas leyes de reforma… En ese contexto los hermanos se tuvieron que replegar a un mínimo de actividades escolares, ejerciéndo en forma clandestina y cerraron muchos de los colegios. De ese entonces data el legendario Centro Unión, que desarrollaba muchas actividades deportivas, (entre ellas el Futbol que no se conocía en México) y se daban clases para preparar el ingreso a la Universidad a los alumnos que venían de provincia
El colegio de san Luis Gonzaga, que era el nombre oficial del plantel que tenían los hermanos ubicado en las cercanías de la plaza de Santo Domingo, fue denunciado como propiedad del Arzobispado de México, y los hermanos tuvieron que abandonarlo en 1927… el Francés Morelos tuvo que cambiarse a Av Jalisco 99, (hoy avenida Alvaro Obregón). En 1934 la persecución en contra de las escuelas particulares obligó a los hermanos a trabajar en la clandestinidad, para 1937 era imposible ocultar los numerosos grupos clandestinos, La presidencia de la República emitió una circular el 6 de febrero de 1938, por la que invitaba a todos esos colegios clandestinos a “incorporarse” al sistema oficial, el Hno Eugenio Cenoz, presentó toda la documentación y logró esta incorporación, se dio a la tarea de buscar un plantel más adecuado y encontró el local de Córdoba 45, y le asignó el nombre de Colegio México, y el 7 de abril de 1940 se cambió a la calle de Mérida 50, en donde años después se construyó el inmueble que nosotros disfrutamos y conocimos veinte años después, y hoy recordamos, sesenta años más tarde.
El segundo punto importante que deseo resaltar es que este esfuerzo educativo que han hecho posible hasta nuestros días muchas generaciones de educadores, profesores, padres de familia y alumnos, SIGUE HACIENDO REALIDAD EL SUEÑO DE MARCELINO, que continúa vivo, hoy lo tenemos representado en hombres como Eduardo o como Adolfo. En la actualidad los hermanos maristas tienen un importante apoyo en laicos y en muchas personas e instituciones que no se ostentan como una congregación meramente religiosa. Muchos hermanos después de una dificil decisión, optaron por dejar atras la vida religiosa, pero se han consagrado de lleno a la educación, fundando escuelas e instituciones, o colaborando en instituciones educativas y sembrando la semilla de los principios de Marcelino en todas partes.
Bajo este nuevo esquema, mantienen la luz encendida y la esperanza viva, la obra marista ha cambiado en su forma exterior, desde que se inició en las campiñas francesas de 1800, y se ha transformado de a cuerdo a las necesidades de los tiempos, llegando a México y adaptándose primero a las viejas escuelas parroquiales y convirtiéndose durante las épocas de la revolución y la persecución religiosa, y retomando una nueva imagen, en el grandioso colegio en que nos tocó vivir.
Ahora abre sus puertas a una nueva forma donde los hermanos comparten la responsabilidad de la edificación del reino con hombres y mujeres seglares, como nosotros, con la suficiente formación pedagógica y espiritual para asumir el reto de hoy. Porque el espíritu de Champagnat sigue vivo en el proyecto de la Educación actual, en el que se siguen persiguiendo los mismos valores, los mismos objetivos y las mismas metas que Marcelino.
Es importante reconocer, en nuestros días, la labor de estos hombres que ocupan el mismo espacio que un día ocuparon nuestros formadores, y aquí estamos para ofrecerles hoy nuestra solidaridad, nuestra comprensión y apoyo, así como nuestra gratitud.
Ser exalumnos del Colegio no solo representa un toque de distinción o exclusividad, que todos nosotros hemos vivido, sino representa más que nunca, un compromiso de frente a las nuevas generaciones, nuestros triunfos son los triunfos de estas grandiosas instituciones, nuestras luchas son parte de un esfuerzo colosal por crear un mundo mejor y más humano, que vele por la igualdad, la libertad y por el amor convertido en hechos. Por eso estamos el día de hoy reunidos, para convalidar que nuestros ideales están vivos y están reflejados en cada uno de nosotros, gracias por cada sonrisa, por cada detalle, por cada recuerdo compartido, por cada acción que nos hace entender que estamos aquí con una meta y un objetivo. Que Dios nos muestre su rostro y nos conceda la paz.
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